Prólogo por Laura D.Peña y Victor.
Las Crónicas de Ray Field -Laura Cuenca Saló. © the Copyright and Editorial Circulo Rojo publicaciones.
Prólogo
–Dime francamente, ¿qué has visto en esa chica?
Bauldros dejó pasar un momento y miró de soslayo a su querida Dragoon.
Estaba siniestramente sorprendido por su visita. Quizás más por la
conversación que se había iniciado sin tan siquiera ser consciente de
ello. Hablaban de la Basileia a un nivel demasiado humano, demasiado
esperanzado.
–La posibilidad de que con suerte no sea la
única que pregunte primero y dispare después y no a la inversa –Razvân
Dragomir se encontraba de pie junto a la repisa de la chimenea,
observando las llamas alimentarse de la madera como si no hubiese un
mañana prometedor para nadie–. A lo mejor es una impresión un poco vaga,
pero espero hallar la respuesta en algún momento.
–Tienes curiosidad.
La vampira asintió a su compañero y de sus comisuras surgió un mohín gracioso que descubrió sus colmillos.
–No es lo mismo verlo de ti o del zoquete de Alpha, que verlo de un supuesto enemigo... al que ahora tengo que ayudar.
–¿Qué podrías llegar a sacar de esa chiquilla? –quiso saber–. A simple
vista es sólo un trofeo, un punto intermedio en un tira y afloja.
Ella se volteó con el ceño fruncido ante una pregunta tan comprometida.
Era la única que había visto realmente el reflejo del alma de Ray
Field, no quería dañarla, no quería ningún mal para ella.
Cerrando los ojos resopló y se cruzó de brazos. Se encaminó hasta el
sofá donde Baul descansaba recostado sobre los mullidos y variopintos
cojines horteras, con una copa de coñac en la mano derecha.
–¿Y yo para qué quiero sacar nada? –ronroneó–. Sólo quiero ver que hace
cuando tenga los ojos abiertos a como están las cosas de verdad, ahí
fuera.
–Te meterás en problemas por ella? –la voz le manó
ronca y poderosa–. ¿Lo harás únicamente para ver hasta dónde llega
Field? –rascó con mimo la espalda de su amiga, que se había encogido
como un animalillo sobre su enorme regazo.
–Si lo hago es
porque quiero hallar un poquito de alivio o de esperanza en los que aún
no se han corrompido. Llámalo como quieras.
–Ahí quería
llegar yo –sonrió mucho más animado–. Quieres mirar con esperanza a la
humanidad otra vez, después de ver todo lo que has visto…
–Todo toca fondo, Baul. Ya es hora de que haya algo bueno, aunque sea
una vez en la vida. Ella es un cometa que he estado esperando ver pasar
–entrelazó su mano con la de él, dejando que el calor de él la calmase–.
¿Qué es la Basileia? no es sólo eso, es ella, es una chica que aunque
se queje mil veces, se levanta mil una.
–Es posible, pero no
pongas toda tu confianza en una sola criatura –le advirtió–. El caos
está presente en todas partes y un ser extraño, aunque sea humano, puede
ser una anomalía pasajera.
Razvân se carcajeó y los hombros
le temblaron. Justamente esperaba ese tipo de cosas, para darle un
empujón a su longeva vida impuesta malsanamente. El peligro era parte de
un sistema de alerta y desconcierto que la hacía recorrer el mundo como
una nómada sin saber nunca donde acabaría por asentarse o morir.
Rascándose distraídamente el mentón, respondió a Bauldros. A ese viejo
sabio y condescendiente tutor que la había acogido hacía ya muchos
siglos.
–Son esas anomalías fugaces las que le dan un poco de emoción a esto. Nosotros ya tenemos poco por lo que sorprendernos.
–Es increíble, vas a ser la niñera de La Basileia.
–Su apoyo en lo que me concierne. No quiero ni puedo dejarla vagar
sola. Creo que ella puede ser una amiga, Baul –hubo un sentimiento
encontrado en sus palabras, lo que la hizo saborear el momento,
impresionada consigo misma–. Espero que no me decepcione, voy a
depositar toda mi fe en ella.